Cuando se amputa a una salamandra una de sus patas, los vasos sanguíneos del muñón se contraen pronto: se reduce la hemorragia y una capa de células dérmicas recubre rápidamente la superficie. Durante los días siguientes a la lesión, esa epidermis se transforma en una capa de células emisoras de señales indispensables para el éxito de la regeneración.
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